Cuento corto: Y de las sombras... Parte 2 Presente

El cielo era claro, pero la luna no brillaba como regularmente lo hace en las historias parisienses. Aunque con la luz que irradiaban mis emociones, la oscuridad podría haber sido total, y aun así podríamos ver cada detalle de la calle. La caminata desde el bar, donde acabábamos de volver a besarnos después de ese sorpresivo reencuentro, hasta el hotel, no fue tan larga como pensé, de hecho me resultó mucho más corta de lo esperado. Y para sorpresa mía resultó que estábamos hospedados en el mismo hotel. Aunque ella no parecía tan sorprendida como yo. Hasta podría decir que ella ya lo sabía.

Al llegar al hotel, cada quien pidió la llave de su habitación y tan pronto entramos al elevador, dejamos de contener nuestros impulsos y nos apresuramos a abrazarnos y besarnos con la pasión que llevábamos guardada por tantos años. Parecía que el tiempo no hubiera pasado y que nuestro noviazgo nunca fuera separado por el tiempo, ni tenido un océano  de por medio.

Al sonar la campanilla que indicaba que ya estábamos en el piso de mi cuarto, nos soltamos y regresamos a la postura correcta y recatada que debíamos aparentar ante la mirada curiosa de cualquiera de los asistentes al congreso, que por casualidad también estuviera hospedado en ese mismo hotel. Al abrirse la puerta, salimos al pasillo tomados de la mano, y mirando para todos lados, sintiendo las mismas cosquillas y nervios que sentíamos en nuestros años más jóvenes.

Al llegar a la habitación abrí la puerta y me hice a un lado para que ella pudiera entrar primero, al tiempo que yo aprovechaba para dar otra rápida mirada al pasillo en búsqueda de observadores entrometidos.


     - ¡Vaya! Definitivamente, a ti sí te consienten en tu trabajo. Tu habitación es del doble de tamaño de la mía. - dijo mientras recorría el lugar. Yo sabía que observaba y catalogaba todo lo que veía, buscando sobre todo mis objetos personales. Seguramente a la caza de más detalles sobre mí.

     - Solo aproveché algunos puntos que tenía por usar antes de que vencieran.

   - Pues parece que tenías muchos acumulados... Y ¿Dónde está el tocador?

Señale con la mano una puerta en uno de los extremos de la habitación. Ella se encaminó para entrar en el cuarto.

     -¿Puedes pedirme algo de beber? En lo que me refresco un poco. ¿Sabes? París siempre me parece caluroso en esta época, sobre todo si lo comparas con Londres... O México o Chicago. - pude ver como una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro mientras decía esto último. Dándome a entender que sabía más de mí, de lo que había dicho hasta el momento.

Después de colgar el teléfono para pedir a la habitación, me senté un momento en el sillón frente a la ventana, admirando el mar de brillantes luces que se formaba por las construcciones de la ciudad. El cual terminaba coronado por la torre que era insignia, no solo de esta ciudad, sino del país. Me parecía increíble la vertiginosa cadena de sucesos de aquel día. Aún no podía creer que fuera posible estar ahí, en esa habitación con ella. Con el amor que creía perdido hace años, y sobre todo preguntándome una y otra vez, ¿Por qué ahora? ¿Por qué ahí?...

Me perdí en los recuerdos de la primera vez que la vi, en mi salón de clases en la universidad, y como su descarado coqueteo me había puesto tan nervioso, que perdí el hilo de la clase que estaba exponiendo. De cuando salimos por primera vez a ver una película, de la cual no podía recordar más que perderme en el brillo de sus ojos, provocado por la tenue luz de la proyección. O lo hermosa que lucía en su vestido de coctel en su baile de graduación. Y por supuesto, lo último que me había dicho el día que nos despedimos, cuando no tuve oportunidad de pedirle que fuera mi esposa.


     - ¿Sabes? Hay algo que he querido preguntarte desde hace algunos días - Comencé a decir mientras buscaba esa pequeña caja guardaba en mi chamarra, y que había provocado la desesperación de la vendedora al no poder elegir una sortija que me pareciera adecuada para ella.

     - Yo también tengo algunas cosas que contarte. ¡Me aceptaron!

     - ¿Qué? ¿Te aceptaron? ¿Dónde? ¿De qué me hablas?

    - Hace unas semanas mandé solicitud para una beca de Maestría en una universidad en Londres. Y ayer, antes de irnos a la graduación, recibí la respuesta. Pero quise esperar hasta hoy para contarte en privado. ¡¡Estoy tan contenta!!

     - Pues... ¡Felicidades! Qué gran logro. Me da mucho gusto por ti. Y ¿Cuándo te irás? Imagino tendrás muchos preparativos que hacer. - Dije mientras regresaba la caja a su escondite original y mi corazón parecía asfixiarse sin remedio posible.

     - Mañana mismo. No puedo esperar. De hecho, solo vine para despedirme, y pedirte que no desaparezcas. No quiero perder contacto contigo. ¿Me dejas?

     - Pues... Yo... Claro... Ya sabes mi dicho: Si tú quieres, tú puedes. - Y apenas termine de hablar cuando ella se levantó, me dio un beso en los labios, dio media vuelta y salió del café y de mi vida para no volver a saber de ella, hasta ahora...

Un leve golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos y me regreso a la habitación. Era el servicio al cuarto, llevando los alimentos y bebida que había ordenado momentos antes. Tras revisarlos y firmar el Boucher, cerré la puerta y al dar la vuelta de regreso a la habitación me quede estático y sin poder pronunciar palabra alguna, solo me quede de pie, quieto, admirando el espectáculo que tenía ante mí.

En el marco de la puerta del baño y a media luz, estaba ella de pie, con su cabello suelto cayendo ligeramente sobre sus hombros, y contrastando con el blanco de la blusa que vestía suelta, sin falda ni zapatillas, solo la blusa mostrando su sensualidad, pero aun ocultando los motivos de mi éxtasis por el momento. 

     - Nuevamente, tu elocuencia me sorprende... ¡Vaya! Veo que aún recuerdas mi postre favorito.

     - Son detalles que no olvidas tan fácilmente - Dije mientras me recuperaba de la sorpresa por el efecto que el momento me había causado

     - Y ¿Qué vino es este? No reconozco la marca

     - Es nueva. Me lo recomendó otro de los ponentes. Un Italiano hace unas horas durante el congreso

     - Pues hay que probarlo

     - Dime, ¿Qué haces realmente aquí?  Es decir, desapareces por años. Ni una llamada, un mensaje... Te llamé, te busqué, pero nunca supe de ti. Y hoy, así de repente, sin más ni más. No solo apareces en mi presentación, sino que incluso estás aquí... Tratando de seducirme. Y como si no hubiera pasado nada.

     - ¿Solo tratando? Pensé que lo estaba logrando... - Dijo mordiéndose levemente los labios...

     - Y con buenos resultados. Sí... Pero no has respondido mi pregunta. - Dije tratando de mantenerme firme y sin mostrar mi nerviosismo. Aunque con pésimos resultados.

    - Pensé que ya lo había hecho en el bar... Te he extrañado... He pensado mucho en ti últimamente. Y si aún tienes esa sortija guardada... Esta vez si deseo aceptarla...

Mientras decía esto caminaba lentamente hacia mí. Yo solo podía imaginar a un felino agazapado, presto a saltar sobre su presa en cualquier momento. Una presa que, a pesar de saberse en peligro, permanecía inmóvil, incapaz de escapar. Cuando ella llegó hasta mí, solo pude soltar un leve suspiro, cuando sentí su pierna metiéndose entre las mías y sus brazos rodeando mi cuello. Podía distinguir claramente el aroma de su perfume tan característico de ella. Y ver su rostro a escasos centímetros del mío, no me ayudó a controlar mis emociones.

     - Y ¿Por qué crees que aún la tengo? - dije casi en un susurro...

    - Por la misma razón que conservas la pluma que te di por tu cumpleaños cuando éramos novios. Y por la misma razón que aún llevas mi foto en tu cartera. Y exactamente por la misma razón que yo aún llevo puesta la pulsera que me diste por Navidad...
     Sí. No pongas esa cara. No soy espía. La pluma la tienes sobre tu agenda en el escritorio. Y la foto la pude ver cuando pagaste la cuenta en el bar.
    Sí profesor. Yo aún te amo. Solo que en aquel momento me asuste tanto al darme cuenta qué pensabas pedirme matrimonio, que no pude más que pensar en alejarme. Y cuando me arrepentí de hacerlo, ya estaba lejos y me daba vergüenza regresar.

     - Pero... Yo...

    - Ya calla. Hablamos de esto en la mañana, ¿Sí?

Dijo mientras me cerraba la boca con su dedo y comenzaba a desabrochar los botones de mi camisa, para después dejar caer la única prenda que aún le quedaba en el cuerpo. Acto seguido me jalo hasta la cama para hacerme sentir tan joven y enamorado como hacía años no me sentía, así que decidí tan solo dejarme llevar...
Después de todo, ya hablaríamos en la mañana...


Concluirá...

Comentarios

  1. El cuento debe continuar.. me quede picada 👏

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    Respuestas
    1. El cuento consta de tres partes. Esta es la segunda. Puedes buscar las demás partes en la página principal. Así como otros cuentos y articulos de divulgación. Saludos!

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