Cuento corto: Y de las sombras... Parte 1 Pasado

La gota de agua recorría lentamente la fría superficie del cristal escarchado del vaso que tenía frente a mí, en la mesita de aquel bar a donde nos habíamos escapado para poder platicar, de la misma manera que lo hacía una gota de sudor que recorría mi frente debido al gran nerviosismo y excitación que me provocaba estar ahí sentado frente a ti después de tantos años sin vernos.

Observe como lentamente bebías de tu copa y la casi imperceptible huella del rojo de tus labios que quedo dibujada en el cristal... Esos labios que anhelaba besar y probar tan apasionadamente como lo había hecho tantas veces en el pasado. Pero debía controlarme, pues ni tú ni yo éramos los mismos que cuando fuiste mi alumna en mi primer empleo, aquel que tome como profesor apenas termine la ingeniería, antes de dedicarme a la vida profesional de las grandes industrias.

Nuestro encuentro de esa tarde había sido tan fortuito e inesperado para mí, como tu despedida en aquel café cuando me dijiste que te irías a Europa  para continuar tus estudios, justo antes de que tuviera la oportunidad de pedirte que viviéramos juntos el resto de nuestras vidas.

Apenas unas horas antes yo estaba  terminando de prepararme para la charla que impartiría ese día sobre los últimos avances y productos que mi compañía lanzaba ese año al mercado. Cuando de repente y sin esperarlo, justo en la puerta de entrada a ese salón, llamó no solo mi atención, sino la de muchos de los presentes, la alta, esbelta y estilizada figura de una mujer de una lacia y larga cabellera castaña, ataviada con una delgada, pero elegante blusa blanca, junto con una falda negra entallada que ayudaba a resaltar tu figura y que completaba el arsenal con que hechizabas a quien osara posar su mirada en ti.

Te observé caminar lentamente por entre las bancas de la primera y segunda fila, para sentarte justo en el centro y de frente al escenario donde yo estaba parado. Al principio pensé que era mi imaginación la que me jugaba una broma, pues no esperaba volver a verte, y menos ahí, en ese lugar, en esa ciudad, en ese momento. Pero tu discreto movimiento de cabeza y tu sonrisa a manera de saludo, me confirmaron no solo tu presencia, sino que mis sentimientos por ti seguían siendo tan intensos como cuando me besaste por primera vez.


     - Debo confesar que verte aquí es lo último que esperaba. No me malentiendas, me encantó la sorpresa, pero en verdad no te esperaba. Y es que de las sombras del pasado ya formabas parte...

     - Lo sé. Esa era justamente mi intención. Pero cuando me entere de que serías tú quien daría esa presentación, supe que no podía perdérmela por ningún motivo.

     - ¿Ah si? Me halagas. Pero después de tu despedida, creí que ya no volverías a buscarme.

     - En aquella ocasión dije que nos volveríamos a ver cuando fuera el momento... Y ¿Qué crees? Que ya llego ese momento.

     - ¿Y qué momento es este?

     - Cuando te enteras qué te he extrañado y que tal vez... Sigo sintiendo lo mismo que tú. Y... que quiero continuar justo donde nos quedamos hace 10 años, justo cuando te interrumpí antes de que sacaras ese anillo que pensabas darme... ¡Sí!  Lo sabía...
       No me veas con esa cara de sorpresa Profesor... Puedes creerme que ese ha sido el único error que he lamentado todo este tiempo.

Me había quedado sin palabras, ella siempre había sido directa, sincera y sin filtros. Y ahora, igual que hace 12 años, era ella la que tomaba la iniciativa. Antes ella fue la que me había invitado a salir, y fue ella la que me beso primero. Y fue ella la que siempre le había enseñado a aquel tímido profesor, apasionado del estudio y que solo conocía el mundo por lo que leía en sus libros, lo que era no solo el amor y la pasión, sino a vivir realmente la vida. Quizás por eso me había enamorado tanto de ella, y quizás por eso me dolió tan desesperadamente su partida, y por eso ninguna otra me hacía sentir lo que ella, pues al final ninguna era ella. Y quizás por eso aún me hacía temblar como un adolescente con su voz y su mirada.


     - Y ¿Qué te hace pensar que yo no tengo a nadie y que puedo retomar una relación así como así? No sé de ti por años y de repente apareces en medio de mi ponencia y me invitas a tomar una copa y me dices que quieres continuar como si estos años no hubieran pasado. Como si no tuviera más vida que la profesional.

     - Primero, sé que no tienes pareja... Sí, yo también note que tú tampoco llevas anillo, ni marca de que alguna vez usaras uno. Y ¿Novia? Si tuvieras una, nunca en la vida te hubiera dejado venir solo a un viaje a esta maravillosa y romántica ciudad, aunque sea un viaje de trabajo. Y mucho menos dejarte venir solo a tomar una copa con una chica que se te presento a mitad del congreso y que te dejo tartamudeando con solo un saludo.
       Segundo, en tus redes, que no son muchas y además son aburridas por cierto, no tienes fotos de pareja o amigos, fiestas o viajes... Sí, profesor, aprendí a observar e investigar y verificar mis datos lo mejor posible antes de lanzarme a la práctica. Tal como tú tantas veces nos enseñaste en clase.
       Y tercero, sé que eres uno de los mejores en tu campo y se te atribuyen muchos logros e investigaciones, tal como hacías antes de que saliéramos la primera vez. O dime... ¿Con cuántas mujeres saliste después de mí?

     - Este... No lo sé... No dicen que los caballeros no tiene memoria...

     - Tantas, eh?! Yo tampoco tuve relaciones que realmente valieron la pena. Debo confesarte que ninguno tenía tu pasión por lo que haces, ni tu carisma, inocencia, valores, ni me hacían sentir tan especial y admirada como lo hacías tú. Ninguno se me ha quedado mirando como cachorro en tienda de mascotas, tal como lo hacías tu después de hacer el amor... Quizás por eso tampoco te olvide y aún sigo pensando mucho en ti. Y por eso hice el viaje desde Londres cuando supe que estarías aquí. Necesitaba verte y decirte lo que siento.

     - Me has dejado sin palabras... Yo tenía un discurso preparado para cuando te viera. Había tantas cosas que quería decirte. Y ahora simplemente no me sale nada...

     -  Porque no usas esa gran elocuencia tuya y pides la cuenta para ya salir de aquí...

Apenas pague la cuenta y me devolvieron mi tarjeta, ella se levantó y camino hacia la salida del bar, dejando su saco en la silla para que yo lo recogiera. Lo tomé y la seguí con la suficiente distancia para poder ver su cadera moverse lento y cadencioso con cada paso que daba, hasta que se detuvo apenas llego a la calle. Cuando la alcance puse sobre sus hombros aquella prenda, y ella entre sujetándolo y tomando mis manos, volteo lentamente, pero con la misma mirada tan sensual y sugestiva con que me había visto la noche de su graduación, un día antes de su partida.


     - Creo que aún tenemos mucho de que hablar.  -  Le dije apenas la alcance.

     - Entonces... ¿Tu hotel o el mío?

Continuará...

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