Construir Ciudades Inteligentes ¿SIN Tecnología?


En los últimos años nos hemos acostumbrado a usar la palabra “inteligente” para referirnos a un
gadget o dispositivo que cuenta con un microprocesador y es capaz de realizar de manera automática o semi-automática algunas funciones que nos han ido quitando preocupaciones o simplificando las labores rutinarias, al grado de que en cuanto oímos que algo es “inteligente”, asumimos que debe obligadamente incluir algún grado de tecnología. Sin embargo, si revisamos la Real Academia Española sólo para ver el significado de la palabra “inteligencia” vemos que ésta es:
  • Capacidad de entender o comprender.
  • Capacidad de resolver problemas.
  • Conocimiento, comprensión, acto de entender.
  • Habilidad, destreza y experiencia.

Y para “inteligencia artificial” en aspectos puramente de informática se refiere al “desarrollo y utilización de computadoras con las que se intenta reproducir los procesos de la Inteligencia Humana”. Lo que nos llevaría a los mismos cuatro puntos iniciales, pero ahora realizados por un dispositivo electrónico.

Por lo anterior y para fines del presente artículo, consideremos al término “inteligente” como “la capacidad de entender y resolver problemas, mediante la habilidad y la experiencia”, con lo que entonces vemos que no es obligada, implícita o necesaria la condición de tener incluido algún aspecto tecnológico, para llamarle “inteligente” (al menos no en la definición que acabamos de concretar).

Una vez que hemos establecido este concepto, quizás la pregunta sea:  “¿Cuál es el objeto de este ejercicio? Se supone hablaríamos de «Ciudades Inteligentes»”. Y la respuesta es: “precisamente por eso”.

La mayoría de las personas (sobre todo tecnólogos) tiene la creencia (incluido yo hasta hace unas semanas) que una Ciudad Inteligente era sinónimo de una urbe altamente tecnologizada, llena de sensores a cada paso y automatizada en casi todas las actividades… Sin embargo, de acuerdo con muchos expertos que están trabajando en estos temas, esa es sólo una de las muchas aristas que una Ciudad Inteligente requiere para desarrollarse.

¿Qué necesita una ciudad para llamarse inteligente?


Según Wikipedia “La «Ciudad Inteligente» a veces también llamada «Ciudad Eficiente», se refiere a un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad, que es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas, y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales. Una ciudad podrá ser calificada de inteligente en la medida que las inversiones (no sólo económicas) que se realicen en capital humano, educación, aspectos sociales, infraestructuras, energía, tecnologías de comunicación, transporte; promuevan además una calidad de vida elevada, un desarrollo económico-ambiental durable y sostenible, una gobernanza participativa, una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, un uso inteligente de energías limpias y renovables y un buen aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos”. Y debe notarse que hay una sola referencia a la tecnología de manera puntual.

Existen diversas opiniones de los expertos respecto de las características que hacen a una Ciudad “Inteligente” ya sean partidarios de la tecnologización o no de ellas, pero podemos decir que uno de los principales puntos de acuerdo es que para una Ciudad Inteligente existen cinco pilares principales:
  1. Sustentabilidad
  2. Movilidad
  3. Gobernanza
  4. Economía
  5. Ciudadanía y calidad de vida


Hay que observar que la importancia de desarrollo no aplica necesariamente en ese orden y que además al evolucionar de manera paralela en cada uno de esos ejes, una ciudad que quiera ser inteligente debe desarrollar soluciones inteligentes por personas inteligentes a problemas muy claros y concretos, y sobre los cuales se deben conocer perfectamente sus características, de lo contrario no se contará con los elementos que ayuden al desarrollo de las soluciones más poderosas.

Para lograr lo anterior, no es suficiente tener buenas intenciones, buenas ideas o mucha intuición, sino un verdadero conocimiento profundo de la dinámica de cada problemática, pues debe entenderse que se trata de sistemas muy complejos que interactúan constantemente a distintos niveles en un espacio físico determinado, y que en ellos se presentan fenómenos económicos, políticos, sociales, etc.

Una ciudad de manera natural se construye constantemente sobre sí misma y una Ciudad Inteligente aprovecha de manera adicional las dinámicas de las interacciones ciudadanas mediante los mecanismos sociales, como pueden ser apoyadas mediante las tecnologías de información y la Web.

La academia, la industria y los gobiernos, así como la sociedad en su conjunto tienen papeles independientes pero obligadamente vinculados en el desarrollo y crecimiento de cualquier ciudad. Las TIC se vuelven un soporte necesario para las soluciones propuestas a muchos de los problemas que se detecten, y ayudan a mejorar muchos servicios, pues permiten simplificar, mejorar y eficientar procesos; así como comunicar de manera más efectiva y bidireccional, llegando rápidamente al consciente colectivo mediante la opinión individualizada, lo que ayuda a generar efectos macro y micro sociales de manera simultánea, pues se puede conocer de primera mano y en tiempo real, problemas y sentimientos de la población, lo que ayuda a la reacción y búsqueda de soluciones puntuales en cualquier tipo de dinámica urbana. Todo esto ayuda a la generación y conformación de Sociedades de Información (SIC).

Esto es importante pues la información genera conocimiento y esto implica crear mercados que impulsen la generación, trasferencia y adopción del conocimiento de manera productiva y aplicada. Por supuesto que esto ayuda en el desarrollo de una región, pues cambiar de mercados tradicionales únicamente de mercancías a mercados de conocimiento donde se privilegie el talento y el desarrollo intelectual, implica el impulso de la innovación y la generación de modelos de negocio más competitivos, que a la larga generan bienestar y desarrollo económico.

Pensemos por un momento cómo el uso de la tecnología por sí solo no representa una gran ventaja. Podemos darle tabletas y laptops a los estudiantes en las escuelas, pero en su gran mayoría desperdiciarán esos recursos pues en el mejor de los casos los usarán para jugar, chatear y realizar actividades que en poco o nada les ayuden realmente a superarse (si es que no los venden o empeñan). La tecnología sólo es benéfica y genera bienestar cuando además se acompaña de educación, formación y proyectos que impliquen aplicar esa tecnología en el desarrollo de soluciones que corrijan y solucionen problemáticas específicas. De ahí que el contar con una urbe altamente tecnologizada y llena de sensores, cámaras, Internet gratuito, dispositivos inteligentes no implican por si solos que podamos llamarle una Ciudad Inteligente si no se le acompaña de proyectos en el que se utilice de manera eficiente y productiva toda esa inversión.

De ahí que las TIC no sean el principal factor para la construcción y consolidación de Ciudades Inteligentes, sino un facilitador, un medio para su consecución. La verdadera inteligencia está en el desarrollo de modelos sociales, procesos productivos amigables con el medio ambiente, medios de transporte seguros, confiables y rápidos, uso eficiente de energías limpias y renovables, diseño de leyes justas y que generen inversión y bienestar, modelos educativos que impulsen la evolución de la sociedad, mecanismos de seguridad que garanticen la tranquilidad de los ciudadanos, entre otras más. En pocas palabras, cambiar los paradigmas sociales que hoy imperan en todas las ciudades por otros que mejoren simplemente la calidad de vida de los ciudadanos.

El cambio climático es sólo un ejemplo de los muchos aspectos que deben considerarse para mejorar las dinámicas actuales. Pensar incluso en procesos de manejo de “residuos” como “materias primas de segundo ciclo” como lo hacen en España, puede parecer sólo una situación de formas de expresión, pero lo importante es el cambio de políticas, procesos, paradigmas que ello implica y el impacto que tienen en la dinámica social.

Hay que ver que las Ciudades Inteligentes no se construyen solas y que requieren inversiones grandes, por ello es importante generar políticas que permitan, fomenten y premien la inversión en nuevos modelos de desarrollo. La autoridad, el Gobierno es quien debe controlar y vigilar el desarrollo y funcionamiento de una ciudad, pero son las empresas, los inversionistas quienes generan los procesos de implementación, y los ciudadanos los consumidores, operadores y supervisores de cada uno.

Debemos entender que una Ciudad Inteligente implica una vinculación y coordinación eficiente de todos los sistemas (energía, agua, drenaje, transporte, manejo de residuos, educación, suministro de alimentos, seguridad, etc.), que la tecnología es sólo un mecanismo que nos permite orquestar y conectar esos sistemas, pero que para compartir y optimizar su utilización primero debemos entender las circunstancias específicas de cada uno y adaptar cada sistema para su integración.


Si queremos pensar en términos tecnológicos consideremos que la ciudad es nuestro hardware y que el sistema operativo y las aplicaciones son los servicios que la hacen funcionar y los ciudadanos somos los usuarios, gestores, operadores y soporte técnico de esta gran infraestructura.

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